El lunes 18 de julio de 1994 se produjo la voladura de la AMIA, y ese atentado terrorista golpeó nuevamente a la Argentina como lo hiciera el ataque que dos años antes destruyó la embajada de Israel en Buenos Aires.

Sin duda la elección no fue azarosa, sí lo fueron las víctimas.
Sin embargo, el luto y la congoja no deben hacernos perder de vista la necesidad de persistir en la búsqueda de los responsables y del indispensable castigo.

Para la Masonería los principios de justicia y de respeto a la ley son tan importantes como la libertad de pensamiento. Cualquier minoría agredida significa un daño a la democracia y a la legalidad, valores incompatibles con la impunidad y la violencia.

Argentinos judíos, argentinos en general, seres humanos al fin, resultaron ser la carne de cañón de ese golpe artero que nos sigue conmoviendo.

En nombre de la Masonería argentina y en el mío propio *enviamos a toda la comunidad judía* nuestra solidaridad y acompañamiento en el recuerdo de quienes perdieron la vida y en la incansable búsqueda de justicia.