El 18 de julio de 1994 muchos de quienes actualmente toman decisiones no habían nacido. Pasa el tiempo y los hechos tienden al olvido.
Es difícil caminar por la calle Pasteur y detenerse frente al edificio de la AMIA e imaginar que un día cualquiera en ese mismo lugar se produjo el atentado terrorista más grande de nuestra historia.
Las imágenes de ese momento se niegan al archivo. Siguen vivas.
La calle, el edificio demolido, los gritos, el dolor y las ausencias nos hablan.
A veces es un grito. Otras un susurro.
Mientras tanto pasa el tiempo, y en ese devenir de hombres, de mujeres, de trámites, de versiones y de silencios, quizás solamente una palabra sea capaz de silenciar el estruendo de esa explosión: Justicia.
Pablo Lázaro
Gran Maestre de la Gran Logia de Argentina de Libres y Aceptados Masones