Domingo F. Sarmiento

Para la Masonería Argentina, el 11 de setiembre de cada año es una fecha singular. Recuerda el fallecimiento de Domingo Faustino Sarmiento, Presidente de la Nación entre 1868 y 1874, insigne masón que fue electo Gran Maestre de nuestra Institución en 1882.

Por encima de esas y otras circunstancias de su rica biografía, Domingo Faustino Sarmiento fue el “padre del aula”, el visionario de la educación argentina que la organizó y le dio sentido, que elaboró un proyecto destinado a varias generaciones, a la inclusión de los inmigrantes y a la igualdad de oportunidades.

Sarmiento acertó y se equivocó, pero su claridad acerca del rol que desempeña la educación en un proyecto de nación lo distingue de aquellos dirigentes que a lo largo de nuestra historia no incluyeron a la educación entre las más valiosas prioridades del Estado.

La Masonería Argentina observa con preocupación el estado de nuestra educación porque por primera vez en varias décadas cuenta con un financiamiento adecuado, se le aplica el equivalente al 6,5% del Producto Bruto Interno, pero los resultados no son alentadores.

Sin ánimo de profundizar, podemos coincidir con los especialistas que ya reclaman más de ciento ochenta días anuales de clase de cuatro horas cada uno. La UNESCO ha dicho que una buena educación requiere mil horas por año con el consecuente incremento de establecimientos que desarrollen actividad en jornada extendida (doble escolaridad).

La escuela común, laica y obligatoria cede paulatinamente su lugar a la educación de gestión privada, según las estadísticas solo culmina el ciclo secundario uno de cada tres alumnos, pese a que acertadamente se ha establecido que la educación media es obligatoria.

Para tener estudiantes universitarios entrenados en las difíciles faenas del estudio, tal vez sea necesaria la instauración de un examen de graduación al término del ciclo secundario, como existe en Francia, Italia, Brasil y Chile entre países de diverso rango internacional. En idéntico orden, debería analizarse el estatuto profesional de los docentes para establecer si pese a su extenso período de aplicación aún está en condiciones de prestar buenos servicios, o necesita adecuaciones relacionadas, entre otros aspectos, con la explosión científica y tecnológica de los últimos años. En nuestro país, solo un estudiante entre dieciocho alcanza el título de grado universitario y cada cien que concluyen sus estudios de abogacía solo cuarenta se reciben de ingenieros.

El mundo globalizado, más allá de consideraciones acerca de su justicia o injusticia, aporta crecientes desafíos. Nuestro capital humano es el futuro del país, es un tema estratégico de Estado que deberemos resolver entre todos. Es imprescindible en primera instancia que reconozcamos la existencia del problema educativo y lo asumamos con una auténtica prioridad. Resulta desalentador que en las encuestas y sondeos de opinión, la educación no aparezca como la prioridad central de la sociedad argentina.

Más que recordar burocráticamente a Sarmiento, debemos proponernos seguir su ejemplo, él ya hizo lo suyo. 124 años después, los argentinos debemos hacernos cargo de la nueva realidad más allá de nuestras banderías políticas o ideológicas, con la mirada puesta en el futuro y alejada por igual de los dogmatismos y los fanatismos.

Recordemos a Domingo Faustino Sarmiento y hagamos la tarea que nos demanda el futuro. Este insigne hermano masón iniciado en la Logia Unión Fraternal de Valparaíso, Chile, el 31 de julio de 1854, poco tiempo después fue uno de los fundadores de la Logia Unión del Plata Nº 1 de la que fue su primer Orador (representante de la ley masónica). El 18 de abril de 1882 se afilió a la Respetable Logia Obediencia a la ley Nº 13, Previamente, en 1860, había recibido el Grado 33, máximo de la organización masónica, junto a Justo José de Urquiza, Bartolomé Mitre, Santiago Derqui y Juan Andrés Gelly y Obes. El 12 de mayo de 1882 asumió como Gran Maestre de la Masonería Argentina, en fórmula electoral con Leandro N. Alem.

La Masonería Argentina quiere que esta fecha de recordación constituya el llamado que todos estamos esperando. Una vez más, Domingo Faustino Sarmiento asume como orientador en medio de la confusión, nos señala que la educación nos hará libres, fraternos e iguales.