Se ha concretado con normalidad el precepto legal que ordena las próximas elecciones a través de las PASO. En tiempo y forma se presentaron las alianzas y las candidaturas. Las agrupaciones que superen el escalón del 1,5% participarán en agosto de la primera vuelta electoral.
Los partidos políticos, esenciales para el normal funcionamiento de la democracia, lucen nuevamente relegados. Los “espacios” constituyen el eufemismo que permite entendimientos sin programas ni propuestas concretas. Por ahora, muchas vaguedades reemplazan a las definiciones que los ciudadanos necesitan para ejercer sus preferencias.
Los dirigentes son más reconocidos que sus ideas, las elecciones se convierten en pujas personales por la conquista del poder más que enfrentamientos civilizados para aquilatar las mejores ideas. Los asesores de imagen ocupan un espacio que habrá que evaluar en su momento, y las encuestas hacen que los dirigentes no expongan sus convicciones sino que digan lo que sus públicos desean oír.
Es llamativo que la noción de pueblo haya sido reemplazada por “la gente”, como si la pertenencia al cuerpo de ciudadanos y habitantes constituyera una minusvalía.
En este escenario, que lógicamente deberá buscar metas mejores y, sobre todo, ideas nuevas, comienza la campaña electoral.
La Masonería Argentina, institución que integra el acervo argentino desde 1857 sin interrupciones hasta el presente, reclama que todos y cada uno de los dirigentes expresen sus verdades sin cortapisas ni ataduras, que los programas concretos reemplacen a las promesas vanas y de cumplimiento imposible y que, sobre todas las cosas, alienten la unidad nacional, el fortalecimiento de las instituciones y el progreso en paz y libertad.
Abre sus puertas para que mujeres y varones participen de los debates y encuentren en las virtudes de la racionalidad y la prescindencia el ámbito reflexivo que colabore en sus decisiones.