El 6 de setiembre de 1930 se abrió un ciclo de inestabilidad política e institucional que se extendió durante 53 años. Ese día, un golpe de estado clausuró un período de desarrollo durante el cual miles de inmigrantes se sumaron a la epopeya argentina, contribuyeron a que el país ocupara su extensa superficie y aportaron nuevas concepciones sociales, políticas y de la vida en común.
La amalgama de nativos y extranjeros abrió el camino para la instauración de las instituciones esenciales de la república, entre ellas el matrimonio civil y la ley de educación común, laica y obligatoria. Hitos trascendentes de ese crecimiento sostenido fueron, entre otros. el dictado de la ley que instauró el voto universal, secreto y obligatorio y la Reforma Universitaria. En todos ellos la Masonería estuvo presente.
Ese ciclo virtuoso, con los avances y retrocesos que siempre advierte la historia, se quebró el 6 de setiembre de 1930. Las doctrinas totalitarias que ya se insinuaban en Europa desembarcaron en la Argentina y abrieron un largo tiempo de inestabilidad jalonado por gobiernos elegidos por el pueblo y otros de corte dictatorial.
Hoy, desde hace casi 29 años, en medio de consensos y disensos, gobiernos libremente elegidos señalan que las instituciones democráticas rigen los destinos de la Argentina. La larga noche iniciada el 6 de setiembre de 1930 solo es un recuerdo penoso de la historia.
La Masonería Argentina, que en su trayectoria de 155 años ha vivido cada uno de los avatares comunes, saluda una vez más la vigencia de la soberanía popular y la firme decisión de mantenerla que exhibe nuestra sociedad.