Giordano Bruno, In memoriam | 17/2/1600 – 17/2/2022

“Dictan su sentencia contra mí con más temor del que yo experimento al recibirla”.

Fue la frase que Giordano Bruno dijo al tribunal de la Inquisición que lo condenó a la hoguera. El fuego se encendió el 17 de febrero de 1600 en Campo de’ Fiori.

Hoy la ciudad de Roma lo conmemoró, como cada año, depositando una corona de laureles al pie del monumento que lleva escrito “Aquí, donde la hoguera ardió”.

Bruno fue condenado por el mismo poder que años más tarde condenaría a Galileo Galilei.

El mismo poder, incluso las mismas personas, como el cardenal Bellarmino, canonizado por la Iglesia en pleno siglo XX.

Giordano Bruno tenía razón: el poder despótico tiembla ante la cultura, el saber, la ciencia, la verdad.

Con un énfasis que recuerda al Sócrates de la Apología, dejó marcada para siempre en nuestra memoria la ignominia del fanatismo.

Un hombre de fe, un sacerdote pero también un poeta y un científico.

Siguieron muchas hogueras desde entonces, hasta el gigantesco incendio de libros y de personas que marcó a fuego el siglo XX a manos de ese otro poder, igualmente despótico, el nazismo.

Al recordarlo, conmemoramos no solo la entereza del hombre que defiende su libertad de pensar y de creer, sino la necesidad de mantener viva la memoria de las atrocidades de las que es capaz la humanidad cuando olvida los principios de tolerancia política, de diálogo religioso, de respeto de la diversidad.

Del respeto de la condición humana que nos iguala en este efímero tránsito de nuestras vidas.

Giordano Bruno, In memoriam

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