Se han registrado repetidos incidentes en el espacio público y también hechos de violencia, a veces inusitada, de los que dan cuenta las crónicas policiales. En todos los casos se ha tratado de reclamos sociales, muchas veces legítimos, y de enfrentamientos sobre temas políticos, aún en sede parlamentaria.
Nadie puede dudar de la legalidad y legitimidad de las autoridades surgidas de los comicios realizados en 2015 y 2017, ni del funcionamiento de los tres poderes del Estado. En otras palabras, las leyes y las instituciones de la República están vigentes en la Argentina.
Sobre esas bases cabe llamar la atención sobre el uso de la violencia para la resolución de conflictos que se deben solucionar con diálogo y búsqueda de acuerdos, en un clima de tranquilidad, más allá de la lógica crispación y tensión de la política.
Lamentablemente, nuestro País tiene sobrada experiencia en incentivos de violencia que han derivado en experiencias autoritarias y totalitarias que debe dejar atrás en forma definitiva. Los temas políticos solo se solucionan con más política, con la capacidad de atender y entender al otro, de buscar coincidencias y de resolver las disidencias con la pacífica aplicación del sistema de mayorías y minorías. La violencia y sus saldos luctuosos ya no deben tener más espacio entre nosotros.
La Masonería Argentina, como lo ha hecho en sus 160 años de trayectoria ininterrumpida y democrática, exhorta a tranquilizar los espíritus, a explorar los mejores caminos, a evitar todo tipo de intromisiones –algunas de corte clerical-, que echan leña a un fuego lamentablemente encendido y que debe apagarse rápidamente para que reine la paz en los hogares argentinos.
Una vez más, nuestra Institución se ofrece como espacio neutral de debate que asegure a unos y otros un encuentro franco y positivo. Es el momento de restablecer la calma y la serenidad de los razonamientos, sin empecinamientos de ninguna naturaleza.
Sepamos entender.